De todas las caras que posee Vives (el teólogo, el psicólogo, el lingüista, el pedagogo, el cristiano), quizás una de las que mayor seducción ejerce sobre todas es la del pacifista, entendiendo con ello no una actitud vaga basada en principios genéricos, sino como resultado lógico e ineludible de su Philosophia Christi. Para nuestro autor, como para Erasmo, la existencia del cristiano está formada e informada de acuerdo con los principios del Evangelio, de manera que no es concebible, y menos aún tolerable, que aquel que se haga llamar seguidor de la doctrina de Cristo incurra en conductas moralmente reprochables. Esta permeación integral de la religión en la vida, tan característica de un momento histórico en el que saltaron por los aires muchos de los modos y maneras que se habían heredado de la Edad Media, le lleva a abordar en Concordia y discordia del género humano una defensa acérrima e irrenunciable del amor y de la paz como fundamentos de la convivencia entre los hombres (y no solo entre los creyentes, claro). En coedición con Cypress Cultura.
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